Suena antropológico, sociológico y hasta ancestral. Y son todo eso. Me detengo en los que tienen que ver con el comienzo de la vida por aquello de que son determinantes.
Primer rito: Visita masiva de familiares y amigos.
Se trata del primer encuentro con un bebé in situ, es decir en la habitación de la clínica u hospital. Una vez transmitida la buena noticia se presenta esta situación: todos van en cambote a conocer al bebé para empezar a especular «a quién es que se parece». Rito altamente agotador para la madre, quien después de pasar horas sin dormir, adolorida, hinchada, con cólicos, sin peinarse y sin ganas de hacerlo, debe recibir sonriente y explicar una y otra vez «que no puede hablar», «que le duele todo», «que fueron 14 horas de trabajo de parto» y otros etcéteras dolorosos.
Segundo rito: Gira de hogares y/o lugar de trabajo.
Pasado el trance de la visita in situ, la nueva familia tiene la obligación moral de llevar el bebé para que lo conozcan todos aquellos que no llegaron a tiempo a los días de hospitalización (ver punto 1). La salida debe prepararse con dos o tres horas de anticipación, lo que implica levantarse temprano o no dormir en absoluto, preparar un gran bolso todo terreno, hervir agua (siempre hay que hervir agua), lavar teteros, guardar todo tipo de potecitos y envases para las posibles necesidades, sacar cobijas, mantas, pañales, cargar el coche, las almohaditas, la pañalera y arreglar lo más hermoso posible a ese bebé, que cuando estés en la puerta para salir se habrá hecho pupú.
Tercer rito: El primer cumpleaños.
Es mi favorito. Cuando el bebé se pone medio avispadito el primer truco que le enseñamos es a soplar la vela. Prenda usted cualquier hornilla y verá que su instinto natural es cantar cumpleaños para que el bebé apague la llamita ¡Fu fu fu, anda mi amor! Bieeeee! Es la antesala a la preparación de ese evento tan esperado.
Pero por más empeño y despliegue logístico que se tenga, la reacción del homenajeado será impredescible. Unos más sociables que otros aceptarán el festejo, intrigados con todos los juegos y canciones que deben cumplirse en la jornada. Entre asustados y risueños observarán el trencito de adultos que bailan la conga, señores con cosas brillantes en la cara, aplausos y pitos por todo. Siempre con la respectiva mirada de extrañeza.
Otros, más sensatos, llorarán y llorarán desconsolados después que los padres les hacen pasar por la terrible desilusión de que a su personaje favorito, el primero que quieren, será golpeado con un palo, vapuleado por el piso, mutilado con un cuchillo y devorado por los invitados que dirán a la mamá: «ay que rica esa torta, ¿quién te la hizo?» «¿No sabrá hacer también a Winnie Pooh?», preparándose para cuando llegue su momento.
Sí, porque es el momento de las mamás. Es el primer cumpleaños de ella, que busca recrear cada detalle de ese día que no recuerda porque como todos, lo pasó durmiendo.